jueves, 13 de abril de 2023

Observaciones de un mundo que desaparece

 Este momento que vivimos es único en la historia. Su originalidad no radica en una nueva forma de entender la política o la economía o, ni siquiera, la cultura o la civilización. Su originalidad está en el rechazo rotundo y contundente a todo lo divino y lo humano. 


Las civilizaciones se han sucedido a lo largo del tiempo con sus diferencias, semejanzas y particularidades pero nunca su propuesta ha sido la destrucción del ser humano y todo lo vinculado con él. 

Para poder comprender este momento clave es fundamental recurrir a la Revelación dada por Dios a los hombres. Sin los datos revelados es imposible entender qué sucede, por qué y cómo llegamos acá. Es más, una de las principales características de esta época según la Revelación es la negación e indiferencia a ella y a toda su sabiduría.  

El hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios, fue creado y puesto en el Paraíso Terrenal con todas sus facultades ordenadas al bien. Dios le dio un mandato: dominad la tierra y multiplicaos. Y también le dio otro mandato: no comer del fruto del árbol del bien y del mal, enseñándole que solo Él es quien define lo que está bien y lo que está mal. La creación fue dada en administración para que el hombre logre su fin, el Cielo, la Felicidad Eterna.

La transgresión al mandato divino desembocó en el Pecado Original que desordenó al hombre. Este desorden entró en el mundo. Este desorden hace que el hombre muchas veces quiera hacer el bien y termine haciendo el mal. Pero la peor consecuencia de este desorden fue la imposibilidad de que los seres humanos vayan al Cielo. El Cielo “se cerró” aunque luego de la transgresión, Dios prometió enviar a su Hijo a que salde la deuda que el género humano tenía con Él. 

La economía de Salvación es perfecta. Los hombres no pueden satisfacer la ofensa a Dios pues la ofensa es infinita por ser infinito el Ofendido y el hombre, al ser finito no tiene con qué pagar. A pesar de todo esto el Creador no quiere que el hombre se condene y decide enviar a Su Hijo, que es el mismo Dios encarnado. Solo Su Hijo, que es verdadero Dios y verdadero hombre, puede satisfacer la ofensa al Creador porque Jesucristo es Dios y solo un Ser Infinito puede pagar una deuda infinita. 
La venida del Mesías, de Aquel que abrirá nuevamente las Puertas del Cielo al género humano es un momento único en la historia, un momento especialísimo. Todo lo creado estuvo aguardando este instante con ansias. El anhelo es desbordante en unos pero terrorífico en otros. Las condiciones para este momento se fueron suscitando a través de los siglos desde la caída de Adan y Eva hasta la inmaculada concepción de María. 

Ana Catalina Emmerick en sus visiones sobre la vida de la Virgen María dice que el pecado fue retrasando la venida del Mesías. Este punto es fundamental para comprender el presente que vivimos porque así como el pecado fue retrasando la venida del Mesías, así, una vez Cristo ascendido a los Cielos, el pecado irá acelerando la segunda Venida y solo la santidad funcionará de obstáculo a la manifestación del hombre de Iniquidad, el Anticristo.

De ahí que en un momento histórico como este donde la guerra a Dios es abierta y descarada, donde se niega el orden divino, el natural y al mismo ser humano, criatura especial por ser la raza en la que se encarnó la divinidad, las condiciones para Su Segunda Venida sean más evidentes. Esto no quiere decir que estemos transitando el fin de los tiempos (tampoco quieren decir que no lo estemos) sino que los tiempos son apocalípticos y eso es innegable.

¿Cuál es la diferencia entre transitar un tiempo apocalíptico y transitar el apocalipsis? 

Leamos a Castellani para entender lo que quiero decir: 

“Porque la marcha de la humanidad es como una línea sinuosa o quebrada, que se va aproximando al fin del Mundo y después aparecen Santos o aparece una especie de conversión del Mundo y entonces se aparta la «ira de Dios», quedando más tiempo. Así tenemos que en el siglo XIII San Vicente Ferrer pronunció que el fin del mundo estaba cerca y hasta resucitó un muerto para comprobar al Arzobispo de París que era verdad lo que él decía. Y no sucedió. Y esto produjo mucha dificultad luego cuando se quería canonizar a San Vicente Ferrer, hasta que uno de los teólogos que se ocupaban de este proceso dijo —No se equivocó, porque el fin del mundo estaba cerca, realmente. Lo que pasa es que surgieron una cantidad tan grande de Santos en Europa (algunos por la misma predicación de San Vicente Ferrer) que Dios prorrogó el tiempo de su ira. Entonces canonizaron a San Vicente y después el Cardenal Newman hizo una teoría de que la humanidad va al fin del mundo en forma de una línea quebrada por la cual está siempre rozándolo, pero cuando los hombres empiezan a portarse bien, cuando no hay la gran apostasía que dice San Pablo todavía, aunque muchas veces empezó y ahora parece que ha empezado, entonces cuando no hay eso. Dios espera porque no quiere que nadie se pierda sino que todos lleguen a la penitencia.” (https://vuelvecristo.blogspot.com/2016/03/rp-leonardo-castellani-el-fin-del.html=)

Nuestra Era está llegando a su fin. La Modernidad, proyecto humano que ha despreciado a Dios, se termina, colapsa por su propia lógica interna y la posmodernidad son los fragmentos lanzados al aire sin lógica alguna. Si queremos entender qué pasa debemos olvidar la Historia en clave Ilustrada y Moderna y volver a la Historia en clave de Salvación. 

¿Qué quiero decir con esto? 

El interés por el pasado nace en el siglo XV y lo mueve un espíritu nuevo. Al hombre medieval no le interesaba la realidad empírica y su mirada era simbólica. El mundo que lo circunda era explicado con símbolos que le servían para llevar el alma a Dios, pues el fin último era la salvación del alma. Toda explicación era simbólica. Así, por ejemplo, la tierra era el centro de la creación pues en el hombre, que habita en ella, se dan cita los dos mundos: el mundo material y el mundo espiritual. De ahí también que el Cielo fuera la morada de Dios, el “lugar” fuera de la naturaleza creada por Él. Esté “arriba” era una coordenada espacial simbólica que llevaba al hombre a la Divinidad como el “abajo” era una coordenada espacial simbólica que llevaba al hombre a la perdición, el Infierno, que para el hombre medieval era el centro de la tierra, el Averno. 

Era más importante para el medieval conocer la realidad simbólicamente más que empíricamente pues el fin de su existencia no estaba en este mundo y el símbolo lo acercaba a él. El conocimiento empírico le daba la posibilidad de dominar la creación pero el conocimiento simbólico era el vehículo para encontrar la Salvación. A pesar de esto tenía el impulso de volcar su mirada hacia lo creado para dominarlo, controlarlo, pues Dios así se lo había mandado en el Génesis. Esta actitud de dominio sobre la naturaleza es exclusivamente judeocristiana, se le manifiesta al hombre con la Revelación de Dios y tiene como fin la formación de la morada del género humano en este mundo. Para el hombre antiguo era imposible pensar en el dominio de la naturaleza pues carecía de la sabiduría que enseñaba que un Ser Superior había creado de la nada y sin necesidad este mundo y que este mundo era diferente al creador. El hombre antiguo le adjudicaba a la naturaleza los atributos de la divinidad. Creación y creador eran una misma cosa. La Naturaleza, el Cosmos, lo creado eran eternos e infinitos. De ahí que la actitud sea de reverencia, misterio, respeto y hasta cierto temor. ¿Dominar a la divinidad? ¿Quién se  podía atrever a tamaña afrenta? Recién con la Revelación el hombre podrá distinguir la creación del creador, siendo este último un Ser que crea de la nada por amor y sin necesidad de la creación para ser. 

A partir de este momento y sobre todo con la incorporación del talante germánico al mundo latino en el siglo V d. C. el hombre antiguo desaparecerá y aparecerá un nuevo tipo humano que podemos llamar el hombre medieval. Este tendrá como objetivo último de su existencia llegar a Dios, a un Dios Personal y amoroso con quien querrá habitar el Paraíso, un lugar de eterna felicidad y plenitud. 

La Revelación reestructurará toda la existencia, redefinirá la relación del hombre con los otros hombres, con el cosmos, con Dios y consigo mismo. En esta nueva etapa un aspecto fundamental para la vida en sociedad será el poder. 

¿Qué es el poder?

Así, pues, sólo puede hablarse de poder en sentido verdadero cuando se dan estos dos elementos: de un lado, energías reales, que puedan cambiar la realidad de las cosas, determinar sus estados y sus recíprocas relaciones; y, de otro, una conciencia que esté dentro de tales energías, una voluntad que les dé unos fines, una facultad que ponga en movimiento las fuerzas en dirección a estos fines. Todo esto presupone el espíritu, es decir, aquella realidad que se encuentra dentro del hombre y que es capaz de desligarse de los vínculos directos de la naturaleza y de disponer libremente sobre ésta.” (Romano Guardini en El Poder)

Al estar el poder en la esfera de lo humano alguien debe responder por él. No existe poder humano del que nadie sea responsable. De la energía de la Naturaleza responde Dios pero cuando esas energías entran en la esfera humana a través de la voluntad del hombre por ese poder debe responder el hombre y si el hombre no se hace responsable son los poderes demoníacos los que se hacen de él. Nada hay en la creación sin dueño.  

Pero el derecho y la obligación de dominar que se le dio al género humano no es solo sobre las cosas sino también sobre sí mismo. De ahí también que la imposibilidad de autogobierno del hombre hace que el uso del poder sea irresponsable y hasta peligroso. Si el poder no se entiende como obediencia y servicio desemboca en control y dominación, en la transformación del otro, de la naturaleza, de las cosas y de quien así lo usa, en un objeto al servicio de las pasiones. 

Este entendimiento del poder deriva del dueño de la creación, deriva de Dios. Ya en el paraíso terrenal Dios había manifestado al hombre un principio innegociable que era la potestad de definir lo que esta bien y lo que está mal. No es el hombre quien puede definirlo, es Dios. Si el poder no es obediente a Dios se transforma en un arma al servicio de unos principios que no emanan de la sabiduría divina sino del egoísmo y el capricho humano, consecuencias todas del pecado original. El poder desordena aún más la creación y la vida de los pueblos y cuanto más poder se acumula peor es el desorden. 

El arquetipo del burgués, aquel que ha abandonado la sabiduría de la Revelación por ser obstáculo a sus aspiraciones de dominio desordenado sobre lo creado, es quien mejor representa el mal uso del poder. Ese uso del poder sin el orden dado por Aquel que es dueño del poder hace que se acumule, se desborde y llegue a proporciones desorbitantes al punto tal de escapar al control humano.  

¿Qué es el dominio? 

Romano Guardini dice que “el dominio no significa que el hombre imponga su voluntad a lo dado en la naturaleza, sino en que la posea, la configure y transforme por el conocimiento. Este, por su parte, capta lo que el ser es por sí mismo y lo expresa en un “nombre”, es decir, en la palabra que manifiesta su esencia. El dominio es, además, obediencia y servicio, en el sentido de que se mueve dentro de la creación de Dios, y tiene la tarea de desarrollar en el ámbito de la libertad finita, en la forma de historia y de cultura, lo que Dios con su libertad absoluta ha creado como naturaleza. Así, pues, el hombre, mediante su dominio, no debe erigir autónomamente su propio mundo, sino completar el mundo de Dios, según la voluntad divina, como mundo de la libertad humana.”

La obra de los hombres, desde el origen hasta la modernidad es una obra orgánica, de proporciones humanas, regida por la mesura pues en mayor o menor medida estuvo regida por las leyes de Dios y el orden natural. Por eso “el elemento racional, el instintivo y el contemplativo-creador se encuentran aproximadamente en equilibrio en la manera como el hombre entiende la naturaleza, se comporta frente a ella, la utiliza y configura. El hombre se apodera de lo dado, intensifica sus formas, aumenta sus efectos, pero esencialmente y en conjunto no quebranta su estructura” remata Romano Guardini.

Con la aparición de la ciencia y la técnica la relación con la naturaleza cambia radicalmente. El hombre quiere conocer “exactamente” las cosas y comienza a abandonar el conocimiento simbólico. La consecuencia de este movimiento del espíritu es la pérdida de la Fe en las postrimerías. Quienes empujan la ciencia y la técnica son aquellos que ya no piensan en la Salvación del alma sino en el dominio de la creación en donde encuentran una satisfacción especial. La necesidad de un conocimiento empírico, la ciencia, y su aplicación, la técnica, desembocan en un aumento del poder sobre las cosas, en principio, y sobre los hombres luego. 

El surgimiento de la ciencia y la técnica es consecuencia, por un lado, del mandato divino de dominar la creación pero sin el norte propuespo por la Revelación sino más bien por la pérdida de Fe en lasw postrimerias extraterrenas. A su vez, el surgimiento de la ciencia y la técnica cambia la relación que el hombre tenía con la naturaleza. 

El hombre comienza a investigar la naturaleza siguiendo métodos exactos. Ya no la entiende únicamente con el sentimiento y la contemplación, ya no la capta sólo mediante el símbolo y la obra hecha a mano —acaso debamos decir que poco a poco olvida este modo de comportarse con ella—. Por el contrario, la analiza mediante el experimento y la teoría, conoce sus leyes y aprende a crear las condiciones en que los datos elementales producen directamente los efectos deseados. Así surgen relaciones funcionales que se hacen cada vez más independientes de la organización humana inmediata, y a las cuales pueden fijárseles cada vez más, a discreción, unos fines determinados: nos estamos refiriendo a la técnica.” (Romano Guardini en El Poder)

Todo esto hace que la existencia tenga un carácter nuevo. Ahora el poder y el dominio estarán al servicio del hombre y sus fines, fines que ya no son los Revelados por Dios, llegar a Él, amarlo eternamente, sino los nacidos de sus pasiones: avaricia, egoísmo, gula, lujuria, etc.

El conocimiento científico conjugado con las nuevas aspiraciones de los nuevos hombres crean la máquina y la insertan en el proceso productivo, proceso que lleva a la acumulación de capital, medio fundamental para satisfacer las nuevas aspiraciones humanas. Pero este proceso tiene un gran impacto en la cultura. La cultura anterior está fundada en la obra hecha a mano y ahora, a medida que se desarrolla la máquina, desaparece la creación directa de las obras en las que intervienen la mano, los ojos, los sentidos, la voluntad de un fin, la fantasía y la imaginación. Lo tremendo de esto es que “el proceso y el resultado de la producción se sustraen a las fuerzas y a las normas inmediatas del cuerpo y del alma”. (Romano Guardini en El Poder)   

Por último, aparece el nuevo tipo humano, el consumidor moderno: 

Por este motivo es el hombre mismo el que se empobrece en ciertos aspectos. Pierde la riqueza de la creación personal; en lugar de ello se pone a inventar aparatos, a usarlos y servirse de ellos. Pero al encomendar a estos aparatos tareas cada vez más varias, y al poder ejercer mediante ellos un poder siempre creciente, amolda a ellos, a su vez, su propio querer y su propia capacidad configuradora, pues no existe ningún efecto que sea unilateral. Esto significa que el productor renuncia a la vida individual de la obra y se acostumbra a no querer producir más que lo que la máquina permite. Cuanto más se perfecciona ésta tanto más desaparece la posibilidad de creación individual; pero con ella desaparece también aquel elemento humano que vive activamente, junto con el cuerpo y el espíritu, en la obra hecha a mano, surgiendo el mero trabajador, que sirve a la máquina. En el que hace uso del producto desaparece aquella relación personal que sólo resulta posible con lo realizado a mano; surge el consumidor moderno, al cual le son prescritos sus gustos mediante la producción en serie, la propaganda y las técnicas de venta. Y esto llega hasta tal punto que las valoraciones y exigencias que sólo puede satisfacer un auténtico trabajo hecho a mano, le dan la impresión de carecer de sentido o de ser algo puramente esteticista. Por otro lado, la producción desarrollada por la ciencia y la técnica crece cada vez más; las líneas de una obra colectiva gigantesca se están anunciando, y con ello la realización en el hombre
mismo de posibilidades correspondientes, hasta ahora constreñidas.” (Romano Guardini en El Poder)

La profunda configuración del mundo moderno se da cuando el hombre que domina al hombre lo introduce en la nueva organización creada por los efectos de la máquina, organización que crece desmesuradamente hasta escapar a las manos del hombre y tener una lógica propia e imparable. Hoy estamos frente a este desastre de proporciones inconcebibles. El hombre vive su ficción creyendo que es la realidad, es más, ha “creado” una nueva realidad que lo separa de la realidad verdadera. No vive más sus obras y sus acciones, esa experiencia va desapareciendo poco a poco, hoy casi inexistente salvo en grupos aislados. “Surge así un mundo de pensamientos, obras y acciones que el sentimiento no puede ya experimentar directamente y el hombre se acostumbra a considerar que este mundo evoluciona objetivamente en sí mismo” (Romano Guardini). Esta experiencia vital niega a la Providencia, el tremendo y real conocimiento revelado de que hay un principio y un fin y nos adentra en la lógica hegeliana del desarrollo de un Espíritu Puro en camino al absoluto. La visión cristiana de la Historia desaparece en la experiencia vital del hombre y la humanidad transita un camino hacia diversos lugares: el progreso, la sociedad sin clases, la raza perfecta, la nada. 

Este nuevo hombre, que ya no vive de su obra, que no la respira, que no la experimenta y que se entrega a la nueva configuración dada por el proceso antes descrito deja de ser “humano” en el sentido de la proporción y relación con las cosas. Su existencia se mueve en un ámbito de posibilidades de conocimiento y acciones que lo sobrepasan y que no tienen medidas humanas. La coincidencia entre el campo del conocimiento y la acción, por un lado, y la vivencia, por el otro se rompe y se abre un abismo que separa ambos términos al punto de causar un impacto único en la historia, nunca vivido ni experimentado por civilización ni pueblo alguno que tengamos registro. 

No solo se disuelve la relación orgánica del hombre con su obra sino la de las estructuras humanas que le dieron fundamento a la vida desde siempre: la familia, el municipio, la ciudad, el Estado que ya no se fundan en las familias, grupos de trabajo, corporaciones sino que lo que aparece es una pluralidad informe de seres humanos organizado con vistas a un fin del cual no participan. La población crece por los adelantos tecnológicos que le garantizan mejores condiciones de vida pero este crecimiento no va a la par de la creatividad y originalidad sino más bien de un achatamiento de las facultades más sublimes del ser humano. Surge ese hombre que vive del momento, que rechaza las estructuras de la vida, que se contenta con el agobio de las ciudades o centros populosos y está dispuesto a entregarse sin más al poder: surge el esclavo posmoderno.

sábado, 18 de marzo de 2023

El peligro del Poder según Romano Guardini

Este peligro procede de distintas fuentes, pero sobre todo de aquello que constituye el fundamento de toda creación cultural, es decir, del poder sobre lo existente. El hombre de la Edad Moderna opina que todo incremento del poder constituye sin más un “progreso”, un aumento de seguridad, de utilidad, de bienestar, de energía vital, de plenitud de los valores. A decir verdad, el poder es algo totalmente ambiguo; puede operar el bien como el mal, lo mismo puede construir que destruir. Lo que de hecho resulte depende de la intención del que lo maneja y de la meta a cuya consecución se aplique. Ahora bien, un análisis riguroso pone de manifiesto que en el transcurso de la Edad Moderna el poder sobre lo existente —tanto sobre las cosas como sobre los hombres— crece ciertamente en proporciones cada vez más gigantescas, en tanto que el sentimiento de responsabilidad, la claridad de conciencia, la fortaleza de carácter no van en absoluto al compás de ese incrementó; este análisis revela que el hombre moderno no está preparado para utilizar el poder con acierto; más aún, que en gran medida incluso falta la conciencia del problema, o bien se limita a ciertos peligros externos, como los que han hecho su aparición en la guerra y son discutidos por la prensa.

Esto supone que la posibilidad de que el hombre utilice mal el poder crece constantemente. Como aún no existe una ética auténtica y eficaz del uso del poder, la tendencia a considerar este uso como un proceso natural, no sometido a norma alguna reguladora de la libertad, sino únicamente a los supuestos imperativos de la utilidad y de la seguridad, es cada vez mayor.

Aún más: el desarrollo de los acontecimientos produce la impresión de que el poder se está objetivando; de que, en el fondo, no es ya poseído y utilizado por el hombre, sino que continúa desarrollándose y determinándose a la acción autónomamente, según el proceso lógico de los problemas científicos, de las cuestiones técnicas, de las tensiones políticas.

Esto significa, incluso, que el poder se hace demoníaco. Este término está desvirtuado por el uso oral y escrito, como todas las palabras importantes relativas a la existencia humana; por ello es preciso recordar su verdadero sentido antes de utilizarlo. Nada existe sin dueño. Si lo existente es naturaleza —entendiendo esta palabra en el sentido de la creación no personal—, pertenece a Dios, cuya voluntad se expresa en las leyes según las cuales subsiste dicha naturaleza. Si hace su aparición dentro del campo de la libertad humana, tiene que pertenecer a un hombre y éste ha de responder de ello. En caso de que el hombre en cuestión no cargue con esa responsabilidad, no se convierte de nuevo en “naturaleza”, hipótesis imprudente con la cual se consuela más o menos conscientemente la Edad Moderna; no continúa siendo algo totalmente disponible, en reserva, por así decirlo, sino que toma posesión de ello un elemento anónimo. Digámoslo en términos psicológicos: Será manejado por el inconsciente, que es algo caótico y cuyas posibilidades destructivas son tan poderosas por lo menos como las salvadoras y constructivas. Pero esto no es todo. Cuando la conciencia humana no asume la responsabilidad del poder del hombre, los demonios lo cogen por su cuenta. Y con este término —demonios— no pretendemos utilizar un recurso periodístico, sino que nos referimos precisamente a lo que se refiere la Revelación: a seres de naturaleza espiritual que, siendo buenos cuando Dios los creó, se apartaron luego de Él, se decidieron por el mal, y ahora están decididos a corromper la Creación. Estos demonios son los que manejan el poder del hombre mediante sus instintos, al parecer tan naturales, pero en realidad tan absurdos; por medio de su lógica humana, tan consecuente en apariencia, pero en verdad tan fácilmente sugestionable; mediante el egoísmo humano, que se abandona tan fácilmente a toda clase de violencias. La forma de desarrollo del proceso histórico de los últimos años, contemplado sin prejuicios racionalistas y naturalistas, y las tendencias y actitudes espirituales y psíquicas que en ellos hicieron su aparición hablan con suficiente claridad.

La Edad Moderna ha olvidado todo esto, porque la ha cegado su fe rebelde en el autonomismo. Ha creído que el hombre podía sin más tener poder y, al emplearlo, conservar la seguridad, a causa de la naturaleza lógica de las cosas, en virtud de la cual éstas habían de conducirse dentro de la esfera de la libertad humana con la misma previsibilidad que en la de la naturaleza. Pero esto no sucede así. Tan pronto como una fuerza, un elemento, una estructura o cualquier otra cosa penetra en el ámbito del hombre, recibe allí un carácter nuevo. Ya no es mera naturaleza, sino que se convierte en un elemento de la circunstancia humana. Participa de la libertad del hombre, pero está también sometido a su debilidad, y, por ello, se hace equívoco, se convierte en receptáculo de posibilidades tanto positivas como negativas.

Una misma sustancia química es diferente en un organismo que en un mineral, porque el organismo la inserta en una estructura y en un esquema funcional nuevos. Si alguien dijese que el oxígeno es oxígeno no enunciaría un pensamiento científico, sino vulgar. Eso es en sentido abstracto, pero no en sentido concreto, pues a la definición del oxígeno en concreto pertenece la estructura en que se encuentre. Un órgano en el cuerpo del animal es diferente que en el cuerpo del hombre, porque aquí penetra en las formas vitales del espíritu, con sus afectos, sus vivencias racionales y éticas, y, por consiguiente, adquiere posibilidades nuevas tanto de creación como de destrucción; no tenemos que hacer, para ver esto, sino comparar lo que se atribuye al “corazón” de un hombre con lo que se le atribuye al de un animal. No percatarse de todo esto sería propio de un primitivismo materialista; éste se reproduce en el optimismo de la Edad Moderna, según el cual la “cultura” es algo seguro de por sí. A decir verdad, “cultura” significa que las realidades de la naturaleza penetran en la esfera de la libertad y reciben allí una potencialidad de nuevo cuño. En ellas quedan libres así posibilidades de acción totalmente nuevas, pero esto precisamente hace que esas realidades corran un riesgo y sean causa de ruina si el hombre no las coloca dentro del orden que ahora reclaman, es decir, dentro del orden ético de la persona. Si no fuera esto verdad, ¿hubieran podido suceder en el núcleo mismo de la cultura europea cosas como las que han sucedido en los últimos años? En efecto, no todas las atrocidades han caído del cielo, o mejor dicho, han subido desde el infierno. Todos estos sistemas de infamia y destrucción inconcebibles no han sido imaginados después de un período en que todo estaba en orden.

Monstruosidades tan conscientemente realizadas no se producen únicamente por obra de un individuo desnaturalizado o de grupos pequeños, sino que proceden de trastornos y perversiones cuyo influjo se ha iniciado mucho tiempo antes. Lo que designamos con los términos de norma moral, responsabilidad, dignidad, conciencia despierta, no desaparece en tal grado de una colectividad viviente si no perdió ya su valor con mucha anterioridad. Ahora bien, si la cultura fuese lo que vio en ella la Edad Moderna, esto no hubiera podido suceder.

La Edad Moderna supuso que la materia del mundo seguía estando tan segura al penetrar en la esfera de la libertad como lo estaba en la de la naturaleza; que se originaba una segunda naturaleza en la que, si bien de un modo más complejo e inestable, se podía confiar como en la primera. A consecuencia de ello surge una despreocupación, incluso una inconsciencia, en la utilización de lo existente, tanto más inconcebible para el que la observa cuanto mayor sea la exactitud con que investigue el curso del proceso cultural. Y de aquí procede un peligro cada vez mayor tanto de orden material como de orden espiritual; lo mismo para el hombre que para su obra; igualmente para el individuo que para la colectividad. 

La conciencia de todo esto se abre paso paulatinamente. Cuestión aparte es si lo hace con suficiente rapidez como para detener una catástrofe de carácter mundial, mucho mayor de la que supone una guerra. De todos modos, la supersticiosa fe de la burguesía en la seguridad intrínseca del progreso se ha resquebrajado. Muchos sospechan que “cultura” es algo distinto de lo que por tal ha entendido la Edad Moderna, que no se trata de una bella seguridad, sino de un nesgo a vida o muerte, del que nadie sabe qué va a resultar.

Romano Guardini en El Ocaso de la Edad Moderna. 

jueves, 9 de marzo de 2023

Las ideas detrás de la elite global. Yuval Noah Harari

 

Los sucesos internacionales nos muestran la conformación de un gobierno mundial dirigido por una élite de tecnócratas y financistas con una idea de futuro concreta y en búsqueda del poder suficiente para llevarla a cabo. Este gobierno global está impulsado por organismos internacionales, fundaciones, ONGs, etc con una clara Agenda. De hecho la han manifestado, la Agenda 2030. 


¿Qué pretenden del mundo estos filántropos globalistas? Para poder responder esta pregunta voy a dejar hablar a uno de ellos: Yuval Noah Harari. 


¿Quién es Yuval Noah Harari?



Harari es historiador y escritor israelí, profesor en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Entre sus obras más importantes y populares se encuentran Sapiens: De animales a dioses, Homo Deus: Breve historia del mañana​ y 21 lecciones para el siglo XXI. Sus ideas han sido propuestas públicamente por varios tecnócratas de Silicon Valley entre los que se cuentan Mark Zuckerberg fundador de Facebook y dueño de la actual Meta. A su vez, Harari ha sido asiduo participante del Foro Económico Mundial.




Participación de harari en el Foro Económico Mundial en 2018

Esta conferencia está en línea con su popular libro Homo Deus en el que dice:


“Los bioingenieros tomarán el viejo cuerpo del ‘sapiens’ y, con deliberación reescribirán su código genético, reconectarán sus circuitos cerebrales, modificarán su equilibrio bioquímico e incluso harán que les crezcan extremidades completamente nuevas. De esta manera crearán nuevos diosecillos, que podrán ser tan diferentes de nosotros, como diferentes somos del ‘homo erectus’”


Y para cerrar las ideas de Harari cito dos intervenciones suyas en la televisión:


“Ahora los humanos están desarrollando poderes mayores que los de antes. Estamos realmente adquiriendo poderes divinos de creación y destrucción. Estamos realmente mejorando a los humanos para hacerlos dioses. Estamos, por ejemplo, adquiriendo el poder para rediseñar la vida.”


“Los humanos son ahora animales hackeables. Toda esta idea de que los humanos tienen alma o espíritu, y de que tienen libre albedrío y nadie sabe lo que está ocurriendo dentro de mí. Entonces lo que yo escoja, ya sea en las elecciones o en el supermercado es mi libre albedrío. Eso se acabó.”



Evidentemente luego de escuchar a Harari a quienes tenemos respeto por la naturaleza y el hombre se nos revuelve el estómago. Si bien esto podría ser el delirio de un hombre desquiciado, que de hecho según mi visión lo es, su peligro radica en la influencia que tiene sobre quienes tienen el poder de modificar la realidad. Las ideas del historiador y profesor de la Universidad de Jerusalén se leen en los círculos financieros, tecnocráticos y políticos del más alto nivel y lo que más alarma son las propuestas concretas y muchas de ellas ya en funcionamiento de muchos organismos internacionales o empresas privadas en esta línea. Basta leer el informe publicado por el Ministerio de Defensa del Reino Unido y el Ministerio Federal de Defensa de Alemania en el 2021 Aumento Humano - El amanecer de un nuevo paradigma para entender de lo que hablo. Por lo expuesto es que tomo las ideas de Harari para analizar la visión del hombre y el mundo que proponen los globalistas. 


Para Harari el hombre es pura materia en evolución. Desde el momento en que surgió todo la materia fue combinandose de manera azarosa hasta que en un momento dado surgió un organismo unicelular. Millones y millones de años de combinaciones azarosas desembocaron en el homo sapiens, el hombre. Hoy estamos en un momento de esa evolución en la que somos capaces de intervenir para acelerarla. Hasta aquí la naturaleza ha hecho su trabajo, ahora le toca al hombre acelerarlo. 


“La ciencia está reemplazando a la evolución por la selección natural por la evolución por diseño inteligente” expresó en su intervención el joven Yuval. 


¿Hacia dónde va esta evolución?


La evolución que comenzó hace millones y millones de años se dirige hacia el Homo Deus, el Hombre-Dios, aquel ser humano (o no, no sabemos si cree que será el hombre o la máquina u otro objeto-ser el que llegará a ser Deus aunque en el título de su libro utilice la palabra Homo) que logre adquirir los atributos de Dios. 


“Nosotros somos probablemente una de las últimas generaciones homo sapiens. Porque en las próximas generaciones vamos a aprender cómo diseñar cuerpos, y cerebros, y mentes.”


En esta cita se ve claramente que lo que transformará al Homo Sapiens será la tecnología. El Homo Deus es el diseño del hombre por el hombre: el hombre podrá crearse a sí mismo. 


Ahora bien, si el objetivo final que trazó la elite globalista para la raza humana es el Homo Deus, ¿Cuál es el camino para llegar a él? 


En su exposición se repite varias veces una palabra del mundo informático: hackear. En realidad, hackear lo entiende como una intervención en la biología humana con la intención de mejorarla. Esta propuesta deriva de entender al cuerpo humano como una máquina reforzada por todas las innovaciones en el ámbito de las interacciones hombre-máquina, aspecto donde se ha dado la mayor inversión tecnológica al 2030. Y de ahí que el camino a seguir para llegar al Homo Deus sea la intervención en la biología humana con la intención de mejorarla. 



Esto no es más que transhumanismo puro y duro, o sea, el mejoramiento biológico a través de la intervención tecnológica. La humanidad está en el momento en el que dará un salto hacia la transhumanidad, ese el lugar donde, si bien aún habrá homo sapiens, habrá un nuevo tipo de homo más perfecto que el sapiens y más cerca del deus.


¿Qué consecuencias culturales trae esta visión para el siglo XXI? 


Las consecuencias ya las estamos sufriendo y son nefastas. Por un lado, una elite que está concentrando cada vez más poder para llevar adelante sus ideas a costa del mundo entero. Inunda todos los aspectos de la realidad para preparar a la humanidad para su visión del mundo: un grupo de seres humanos mejorados y otro grupo despreciado por no lograr este avance. 


Por otro lado, la transformación del sistema capitalista en un sistema donde, si bien se sigue buscando el mayor beneficio al menor costo, este principio estará al servicio del poder y del control. Hay una inversión de los fines: donde antes el poder y control se buscaba para acumular capital ahora se acumula capital para lograr tener más poder y control, medios necesarios para moldear la realidad. La acumulación de capital no tendrá como fin la felicidad humana y el goce individual y social sino la posibilidad de transformar e intervenir toda la realidad (con el hombre incluído) en pos del fin trazado. 


En el orden estatal, el disciplinamiento de las burocracias como verdaderas correas de distribución de lo dictado por el gobierno mundial. Este gobierno dirá lo que se debe pensar y lo que se debe hacer. El fortalecimiento de estas burocracias, instruidas y adoctrinadas por la educación pública, será a través de la transferencia de recursos del sector privado al público, de ahí que otra consecuencia será la pauperización cada vez más profunda del sector privado. La democracia dejará de existir aunque se declame, de hecho, las elecciones ya son una ficción, manipuladas abiertamente sin consecuencias. Esa manipulación se da a través del fraude electoral silenciado por la prensa y acompañado por la justicia o a través del adoctrinamiento social de los mass media. La participación política de aquellos que buscan el bien común será imposible, solo participarán de la comedia aquellos que se avengan al libreto. 


Los grandes medios de comunicación son los principales aliados de este nuevo orden ya que son aquellos que magnifican y transmiten lo que se debe pensar y lo que se debe hacer. Son también escenario donde se define la política nacional de los Estados y se desarrollan los mensajes culturales. 


En el orden económico, es la destrucción de la iniciativa privada en pos del engrandecimiento de lo público, es la transferencia de recursos privados a las arcas de los Estados, totalmente sometidos por la élite global. Los Estados dejarán de ser soberanos (muchos ya lo han dejado de ser) transformándose en jurisdicciones gobernadas por funcionarios del gobierno central. 


En el orden cultural, es el fin de un orden moral fundado en la naturaleza de las cosas y el inicio de una moral amo-esclavo, donde es bueno el más poderoso (en todos los aspectos del homo, de ahí la novedad) y malo el hombre común que quiere vivir una vida digna y en orden a la realidad. Hay una jerarquización social evidente en las palabras de Harari: los seres humanos mejorados por la tecnología son los únicos dignos de la existencia, los demás son la lacra que debe desaparecer, de hecho lo ha dicho públicamente!. 


En el orden educativo, es la destrucción de la formación integral de las personas por el adoctrinamiento que violenta la conciencia ya sea para aceptar el lugar que la élite nos ha asignado como para desarrollar un conformismo sumiso a los dictados de los mandones. 


En fin, es el reordenamiento de la realidad de acuerdo a una forma de ver el presente y pensar el futuro fundada en un desprecio manifiesto a lo humano y a lo divino.

sábado, 4 de marzo de 2023

Interrogantes sobre un mundo que se termina


La caída del muro de Berlín en 1989 y la posterior caída de la URSS en 1991 le dio a Estados Unidos el triunfo (que creyó definitivo) en la guerra fría. Para los que no saben, la guerra fría es el estado de conflicto entre los dos grandes triunfadores de la Segunda Guerra Mundial: Estados Unidos y la Unión Soviética, actual Rusia. Esta guerra, que se dio entre 1939 y 1945, enfretó a los Aliados (EEUU, URSS, Gran Bretaña, Francia y demás), por un lado, y al Eje (Alemania Nazi, Italia Fascista y Japón), por el otro. Una vez terminada, los dos sistemas con pretensiones de dominio global, Capitalismo y Comunismo, se enfrentaron de manera vedada, no directamente, a través de guerras en otros países para ver quien imponía su voluntad. Esta situación terminó cuando se dio la caída del sistema Comunista en Rusia. De ahí en adelante Estados Unidos propuso un sistema unipolar donde todas las decisiones globales debían pasar por la nación del norte de América.


En el 2001 EEUU sufre una ataque a las Torres Gemelas y acusa al mundo islámico radicalizado de haberlo perpetrado. A partir de este momento el Terrorismo internacional pasará a ser su nuevo enemigo. Estos sucesos hacen que la Comunidad Internacional representada por las Naciones Unidas (ONU) permita una serie de intervenciones norteamericanas en suelo medio oriental y Europa del Este al punto de llegar a amenazar lo que los rusos consideran suyo por historia y por derecho. Basta escuchar el último discurso del presidente Putín para entender lo que digo.



Por otro lado, China, nación milenaria que había sufrido desde 1850 a 1950 lo que ellos llamaron el Siglo de la Humillación perpetrado por el mundo occidental (un sometimiento más o menos directo que los llevó a la desaparición de su mundo tradicional y a un desorden manifiesto nunca visto). Recién con la llegada de Mao al poder y la fundación de la República Popular China de corte Comunista adquieren su independencia. Obviamente el comunismo en China no resolvió los problemas que generó la irrupción de la modernidad occidental sino más bien los agudizó y fue recién en el 2000 cuando China comenzó un desarrollo sin precedentes que no se detendrá hasta el día de hoy y que los pondrá, según su visión, nuevamente de pie y con el derecho de reclamar lo que consideran justo para ellos. 



El mundo unipolar que Estados Unidos pretendió luego de la caída de la Rusia Soviética se ve hoy amenazado por dos naciones con una historia y un recorrido milenario que, a pesar de tener sistemas modernos de gobierno y sociedades occidentalizadas, fundan sus pretensiones en la historia y la tradición. 


Todos estos sucesos hacen que el siglo XXI comience con grandes interrogantes en el orden religioso, filosófico, cosmológico, político, geopolítico, económico y social. 

  • ¿EEUU está dispuesto a un mundo multipolar donde tenga que compartir el poder con Rusia y China? Si no quiere tolerarlo ¿a qué está dispuesta para evitarlo? 
  • ¿El multilateralismo pregonado por Rusia y China es sincero o es la estrategia para debilitar a EEUU e imponer su proyecto al mundo? 
  • ¿Qué rol tiene las Naciones Unidas en esto? 
  • ¿Cuál es el proyecto global que propone EEUU y por qué? ¿Es de EEUU o EEUU es el vehículo de una elite global que luego saltará al gobierno mundial? 
  • ¿Qué explicación histórico-filosófica tiene todo este caos que es el siglo XXI?


Sacando a la prensa cooptada por los intereses de uno y otro bando que no analizan sino intentan imponer una imagen que justifique el obrar de sus socios, los analistas que tienen la firme intención de ver la realidad y comunicarla (las redes sociales han permitido acceder a estos análisis y observaciones que cuestionan el discurso único de los medios masivos de comunicación), se han enfocado en el proyecto mundial de lo que han llamado la elite global como si ya estuviera consolidado y solo quedara resistir. Pero viendo el derrotero histórico anterior y la situación de las grandes potencias al día de hoy vemos que ese gobierno mundial no gobierna el mundo, aunque sí occidente, y esa elite que llamamos global no es tal sino una élite sin patria con la intención de hacer al mundo su patria. Y este punto no es nada desdeñable a la hora del análisis de la realidad pues puede llevarnos a pensar que el proyecto que esa élite nos impone en occidente (y lo pretende para el mundo entero) no es más que una estrategia en esta guerra por el control global. De ahí una serie de preguntas surgen de esta duda:


  • ¿Inspira a la élite cosmopolita que somete a Occidente la acumulación de capital como sucedió con las élites europeas del siglo XIX y norteamericanas del siglo XX? ¿Todo es por dinero? ¿Seguimos viviendo en un mundo capitalista en Occidente?
  • ¿Se toman decisiones para desarrollar el crecimiento económico o se toman decisiones para aumentar el poder político? 
  • Quienes tienen el control de los recursos más importantes, ¿toman decisiones por qué quieren acrecentar su poder económico y así vivir una vida hedonista y de placer o quieren acrecentar su poder económico para aumentar el control sobre las personas y moldear el mundo a su antojo? 
  • ¿Lo que mueve a la élite global es el dinero o el poder? 


Los leo para comentar y debatir.


Observaciones de un mundo que desaparece

  Este momento que vivimos es único en la historia. Su originalidad no radica en una nueva forma de entender la política o la economía o, ni...